Según la creencia popular, estas personas podían transmitir mensajes entre los vivos y los muertos, eran capaces de predecir futuros entierros y sólo ellos estaban libres de cualquier daño si se cruzaban de noche con la Güestia ( Santa Compaña) , la procesión de almas en pena que desfilaban por los caminos portando un hueso encendido como antorcha y repitiendo una y otra vez su advertencia:
" Andad de día, que la noche es mía..."
Estos médiums tradicionales asturianos no adquirían su don por nacimiento, sino durante el bautismo.
Si el cura utilizaba en ese momento la estola negra propia de la liturgia de Jueves Santo o los oleos de ungir
a los muertos, extraídos del nogal, el niño crecería con la facultad de ver a los muertos.
En algunas zonas, se pensaba además que ese poder podía transmitirse como por contagio:
Si te cruzabas con el vedorio cuando este regresaba del cementerio y te entregaba algún objeto que hubiera recogido allí, a la noche siguiente podías encontrarte con una desagradable sorpresa.
Debido a este miedo al contagio, los vecinos rehuían su trato, por lo cual se veían obligados a llevar una vida solitaria.
Sin embargo, no solo los vedorios podían ver a los muertos. Nadie estaba libre de cruzarse con la Güestia, que en ese caso constituía un anuncio de muerte segura.
Se libraban de las funestas consecuencias del encuentro los que tuvieran a un amigo o un familiar fallecido entre los componentes d ela comitiva espectral, o aquellos con la rapides suficiente como para dibujar en el suelo un círculo con un pentagrama inscrito y meterse dentro.
A veces una persona normal acompañaba a un vedorio y sólo este veia la procesión de las almas, en tales ocasiones, si aquel quería verla también ( y quedando impune) sólo tenía que situarse detrás del vedorio y apoyar la barbilla sobre su hombro.
No eran infrecuentes las historias de apariciones de almas bajo formas humanas o no humanas, por ejemplo como un lobo blanco , o como un perro negro inverosímilmente grande o una serpiente muy larga, o incluso, bajo la forma de raíz de árbol, que regresaban para dar un último mensaje a los vivos y hacer una última petición antes de partir hacia el cielo o el infierno.
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