Mientras por las calles de París deambula un gran numero de visitantes de museos y monumentos, a 22 metros de profundidad, donde la luz no alcanza a filtrarse, hay un mundo inhospito y tenebroso.
Son las entrañas de Paris, una maraña de subterraneos de 300 kilometros de longitud que abarca la casi totalidad de los 20 distritos de la ciudad.
Cuevas, criptas, alcantarillas y catacumbas se interconectan a lo largo y ancho de la capital, formando una extensa telaraña a la que tan solo unos pocos tienen acceso.
Existen varias puertas, pero su entrada esta prohibida desde 1955 y vigilada severamente por la policía.
A pesar de que la puerta oficial esta ubicada en la Place Denfert-Rochereau, al sur de la ciudad, los “cataphiles” o amantes de lo oculto acaban por colarse sigilosamente a través de algunas de las 26.000 bocas del alcantarillado.
La entrada ostenta esta inscripción: “Deteneos, es el imperio de la muerte“.
La leyenda afirma que un ser fantastico vaga aun por la soledad de las oscuras galerias subterraneas.
Dicen que su aparición significa la muerte: quien lo encuentre puede tener la seguridad de que morirá en el transcurso de ese mismo año, que perderá a un ser querido.
La primer historia de las gárgolas se remontan al año 520. Cuenta la leyenda que la gárgola era un dragón que devastaba continuamente un bosque de los alrededores de Rouen. En el año 520, san Román, arzobispo de la ciudad, decidió poner fin a sus correrías y consiguió amansar a la fiera hasta llevarla a la ciudad, donde fue quemada.
Otras historias revelan que las gárgolas vivían en cuevas en las orillas del río Sena, y que al igual que los vampiros salían de noche para alimentarse.
Bajo el nombre de gárgolas, numerosos monstruos de piedra pueblan hoy en día las alturas de la Catedral de Notre-Dame.
Guardianes de la Fe
Son muchas las explicaciones que se han intentado buscar, a lo largo de los siglos, para explicar el significado oculto de las gárgolas. Se han visto como símbolos de lo impredecible de la vida, pues nunca representan especies animales conocidas.
En otros casos, se ha dicho que son las almas condenadas por sus pecados, a las que se impide la entrada en la casa de Dios. Esta podría ser una interpretación apropiada, especialmente, para las gárgolas más visibles y terroríficas, que pueden servir como ejemplo moralista de lo que puede ocurrirle a los pecadores.
De todas las explicaciones posibles, la más aceptada es aquella que nos habla de ellas como guardianes de la Iglesia, signos mágicos que mantienen alejado al diablo. Esta interpretación puede explicar el porqué de tan diabólicos y espantosos aspectos y su ubicación fuera del recinto sagrado.
Esta línea argumental es la seguida por Richard de Fournival, Obispo de Amiens en el siglo XIII, y autor de Roman d’Ablandane, donde cuenta cómo el maestro cantero Flocars hizo dos gárgolas de cobre, que situó en la puerta de entrada a la ciudad de Amiens, con la intención de que evaluaran las pretensiones de todo aquel que quisiera entrar en ella.
Si el individuo era malévolo, las gárgolas escupían un veneno sobre él que lo mataba; por el contrario, si era una buena persona, los guardianes se encargaban de escupir oro y plata.
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