Don Manuel Gutierrez era un hombre bondadoso y muy paciente. De mirada honesta y sagaz. Trabajaba en el Cementerio General de Tegucigalpa. Cada vez que veía a alguien visitar la tumba de un ser querido le regalaba la flor de su preferencia. Don Manuel gustaba mucho de ellas y siempre le compraba muchas a Rafaela, la muchcha que las vendía en la entrada. Las que no regalaba las sembraba en las tumbas que habian quedado olvidadas.
Le apenaba la situación actual del cementerio. Los ladrones se robaban las placas de las tumbas y abrían los mausoleos. Habia tumbas que se estaban cayendo en pedazos por el descuido de los familiares de quienes yacían bajo ellas.
Trabajaba el turno de noche desde hacía diez años. Había pocos que se atrevían simplemente porque era un cementerio, pero Don Manuel no creía que algo maligno podría pasar en un lugar de paz y descanso.
Dormía en una pequeña cabaña cerca de la entrada. Siempre lo iba a despertar de imprevisto algún empleado de la alcaldía, pues no se sabe cuando alguien morirá y con la violencia y ese tipo de problemas estaba cavando mas tumbas ultimamente.
Una noche estaba cavando una tumba. Estaba concentrado en su trabajo cuando oyó un estruendo que provenía de atras de un mausoleo. Don Manuel corrió a averiguar la causa del sonido. La identifico bastante rápido. Una pequeña estatua había sido arrebatada de una tumba y se había roto. Don Manuel busco al culpable pero no llegó muy lejos, en ese sector de el cementerio el alumbrado todavía estaba en construcción y estaba muy oscuro. Decidió ir a reportarlo a uno de los guardias en caso de que el ladronzuelo todavia anduviera rondando.
Mientras caminaba de regreso el enterrador empezó a sentirse observado. Trató de olvidarlo, pensó que tal vez le estaban afectando mucho las noches con poco sueño y tener que lidiar con ladrones y vándalos. El viento empezó a soplar co mas fuerza y hacía eco en las frías tumbas. Acompañando al viento estaba la luna, que esparcía su tenue resplandor por todo el predio. De repente, escucho risas.
Se quedo parado a medio camino mirando a su alrededor. Las escuchó otra vez, pero esta vez estaba mas cerca. Sintió que el pánico se apoderaba de el.
-Quien anda allí?- preguntó con voz temblorosa.
No hubo ninguna respuesta, solo mas risas. Esta vez parecían envolverlo.
-No deberían estar aquí. Yo solo soy el enterrador. Dejare que se vayan, no le voy a decir nada al guardia.
-Manuel- sonaba como la voz de una niña, tambien parecía venir de todos lados- Manuel, ven porfavor.
Manuel estaba asustado, pero siendo un hombre calmado y razonable habló con ella para intentar llegar a una explicación lógica.
-No deberías estar aquí, niña. Es muy peligroso, hay muchos ladrones.
-Eso no es importante. Yo quiero estar aquí.
-Donde estas? Te llevó a tu casa? Tu mamá debe de estar preocupada.
-No sabe que me fui. Todo el mundo siempre esta muy ocupado y nadie quiere jugar conmigo. Por eso vine, mis amigos estan aquí ellos si juegan.
-No es seguro jugar aqui.
-Quieres jugar con nosotros?
-Que?- Un escalofrío recorrió el cuerpo de Manuel y empezó a temblar.
-No te preocupes, somos inofensivos- dijo la niña, que saltó de la oscuridad de repente y lo tomó de la mano. Manuel casi grita, pero pudo ver que su nueva amiga era una niña pequeña de aspecto agradable, nada espectral como había empezado a imaginar. Las manos de la niña estaban tan frías como las tumbas que el cuidaba, lo que le provocaba más temblores.
Empezaron a caminar.
-¿Como sabes mi nombre?- preguntó Manuel.
-Te observo, me agradas porque eres muy bueno. Sabía que jugarias.
-¿Cual es tu nombre?
-No lo se, se me olvido- dijo pensativa.
-¿Por qué?
-Ha pasado tanto tiempo desde que alguien me ha llamado por mi nombre que ya no lo recuerdo.
-Entonces...- balbuceo Manuel
- Si Manuel, soy un fantasma- dijo con extraña animosidad. Manuel no sabía que pensar o que hacer.
La niña dejo de caminar. Manuel se quedo parado donde lo dejó, temblando como una hoja en el viento. Ella caminó hasta una tumba. Manuel recordaba que un niño había sido enterrado allí recientemente. Manuel le regaló una flor a su madre acongojada.
-Levantate Rodrigo! Vine a jugar, como lo prometí. Vamos! Levantense todos!
La tierra se estremeció y Manuel cayó al suelo. Se quedo allí sentado mirando con asombro lo que pasaba. ¡Los niños! ¡Los niños muertos se levantaban de sus tumbas!. Dedujo que estaban en el área del cementerio que estaba destinado a los niños.
Palideció, le era dificil respirar y no podía levantarse. La niña se le acercó y le ayudo a levantarse. Era sorprendentemente fuerte.
-No te asustes, todos quieren conocerte- la niña le dio una leve palmada en el brazo- Nos persigues y cuando toques a alguien mas huyes de él.- dijo y después corrió. Los otros niños hicieron lo mismo.
Manuel no se movió. ¿Deberia perseguirlos?¿ Deberia correr a buscar a alguien vivo?
Escuchó una risa detrás de él. Se volvió y vio a un niño. Le parecía vagamente familiar. Tenía una herida muy profunda en el cuello, como si alguien lo hubiera degollado. Esto era desagradable, pero Manuel no sintió miedo. EL rostro del n iño no reflejaba nada maligno.
Manuel estiró su tembloroso brazo, lo tocó y corrió. El niño lo persiguió con alegría. Y así empezó el juego. Jugaron toda la noche. Manuel no se cansó, se sentía como un niño otra vez.
El sol empezaba a salir y tuvieron que parar. La niña le explicó que se tenía que ir. Sus amigos tenían que volver a sus tumbas.
-No debo estar aquí, tengo que estar en el mundo del replandor-dijo la niña con algo de tristeza.- Vine porque mis amigos se sentían solos pero si no vuelvo mamá se dará cuenta y se va a enojar mucho. Gracias por jugar, Manuel. Te veo allá.
Su rostro angelical estaba llenó de paz y sus grandes ojos cafes brillaban mientras deaparecía entre los primeros rayos solares. Los otros niños volvieron a sus tumbas. Uno se le acercó a Manuel.
Tenía la mitad de la cara aplastada y cuberta de sangre, pero sonreía.
-Gracias por ser tan bueno con mi mamá- dijo antes de desaparecer en las profundidades de su tumba. Manuel leyó la placa.
"Rodrigo Alvarez 1955-1960"
Manuel caminó hasta la entrada preguntandose si lo habria soñado. Salió del cementerio y vio a Rafaela preparandose para otro día de trabajo.
-¡Rafaela no vas a creer lo que me ha pasado!- Se lo contó todo. La abuela de Rafaela sabía mucho de esas cosas y por lo tanto ella tambien.
-Un último juego, de seguro Don Manuel-dijo Rafaela con un tono extraño.
-Bueno me alegra haberlos ayudado.
-No Don Manuel, no para ellos. Para usted! Usted es bueno siempre, entonces los niños han querido agradarlo. Algo terrible le pasará a usted al morir, pero cuando muera ellos estaran allí para guiarlo.
Don Manuel sintió que iba a desmayarse. No podia ser cierto, tenía que haber sido un sueño. Se fue a su casa sin decirle nada mas a Rafaela.
Los meses pasaron, don Manuel siguió con su rutina siempre esperaba ver a la niña pero ella no volvió.
Una mañana las predicciones de Rafaela se hicieron realidad. Una mujer encontró el cadáver de Don Manuel. Había sido apuñalado varias veces. Nunca se supó quien lo hizo ni por que. Pero los empleados del Cementerio General afirman que desde que murió se escuchan risas infantiles por todo el cementerio y las flores están mas hermosas que nunca.
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