La sombra de una mano como amputada pero que a la vez guarda algo de vida, porque se mueve a través de las paredes. Ocurrió en el otoño de 1982, en una casa de la calle Teatro de Logrosan, cuando en los cines de España se proyectaba precisamente el film de Tobe Hopper "Poltergeist". Los protagonistas, María Sanromán de 80 años y su nieto Andrés de 13 años, experimentaron extraños fenomenos en el interior de la vivienda donde se habían mudado. La tarde de aquel domingo se percibieron ya los primeros síntomas de la pesadilla que estaba por llegar, un fuerte estruendo irrumpio una placida noche y al salir de sus respectivas habitaciones vieron que la cortina que separaba los cuartos de la sala estaba en el suelo. María decide volver a poner la cortina pero esta se cae nuevamente, así como se comienzan a caer los cuadros, el retrato del difunto marido de María, y una virgen de Guadalupe que estaba colgada.Tanto María como su nieto Andrés estaban viviendo una autentica pelicula de terror. Todo cesó de golpe pero sólo temporalmente. Por la noche, cuando cada uno estaba ya en su habitación, en medio de la oscuridad y el silencio, comenzó a escucharse un estrépito de objetos que chocaban contra las baldosas María volvió a colgar los cuadros en unos clavos que, en todo momento, permanecieron seguros en las paredes. A los pocos minutos, los hechos se sucedieron de forma repetida. Finalmente, la mujer convino dejar todos los cuadros amontonados, en el suelo, para evitar más sustos en la noche. De cualquier forma, ni María ni su nieto pudieron dormir aquella noche.Nadie dudaba sobre el testimonio de aquella familia acerca de los extraños fenómenos que estaban viviendo.Pero no sólo fueron testigos los habitantes de la casa. En pleno día, un albañil que estaba realizando una pequeña obra en la casa se quendó atónito al observar cómo un saco de yeso comenzó misteriosamente a arder. A principios de la decada de los 80´s, se presento una ayuda parapsicologica lo cual no era muy común en aquella época. Este equipo de parapsicologos certificaron la autenticidad de estos hechos.Varios vecinos de aquella localidad fueron testigos de aquellos extraños hechos, que más adelante fueron del dominio publico, y fueron calificados como un autentico "Poltergeist".
El Sanatorio de Agramonte parece ser uno de esos lugares cargados a través del paso de los años de dolor y sucesos trágicos. Uno de esos edificios que reúnen todos los ingredientes necesarios para llegar a convertirse en un lugar donde el terror y el miedo se contagian y donde las emociones se ponen a flor de piel.
En sus estancias abandonadas todavía se pueden ver las camas donde los enfermos de tuberculosis reposaron en tiempos pasados para curar sus graves dolencias que los envolvían en un sufrimiento progresivo que iba acabando en muchas ocasiones con sus vidas, y es que mientras paseas por éstas habitaciones sientes como alguien que estuvo allí acostado puede estar observándote inmóvil, muy cerca de ti. Es en ese mismo instante cuando decides colocar tu grabadora y lanzar una de esas preguntas a las que todavía hoy no tenemos respuesta, después de unos momentos, reproduces la cinta en el más absoluto silencio y esperas escuchar algo como:
- ¿Yo que hago aquí? - ¿Marchaos?
Pero el misterioso edificio no sólo actúa como imán para los amantes de lo paranormal, también se pueden observar rastros y huellas del paso de sectas satánicas que, en el interior de la abandonada capilla, encontraron el lugar idóneo para realizar sus rituales y misas negras con el único objetivo de contactar con el mal. Pintadas satánicas y pentagramas se pueden observar en las paredes y suelos del sagrado recinto, alimentando todavía más si cabe la leyenda del Santuario encantado de Agramonte.
CAMAS DONDE DORMÍAN LOS ENFERMOS
Y es que desde su construcción, el edificio siempre ha estado envuelto por historias llenas de sufrimiento y dolor. Repasemos pues la historia del Viejo sanatorio.
En las faldas del monte Moncayo, cerca de la localidad zaragozana de Tarazona se encontraba un humilde refugio de montaña que durante la segunda república se convirtió en un gran hotel de lujo construido en 1930 para aprovechar la gran belleza natural de la zona.Seis años después, durante la guerra civil española, tuvo lugar un acontecimiento trágico, la leyenda, que corre en boca de las gentes de la zona, cuenta que el hotel fue asaltado y el personal que allí trabajaba fue brutalmente asesinado y violado durante una fatídica noche. Uno de los mejores complejos turísticos de aquella época quedó totalmente abandonado hasta que Franco, después de la guerra, convirtió aquel lugar en un sanatorio para enfermos de tuberculosis donde las hermanas de la caridad de Santa Ana se esforzaban en aliviar los síntomas de esta terrible enfermedad, pero en muchas ocasiones no pudieron evitar lo inevitable y muchos murieron, los que tuvieron suerte pudieron ser enterrados por sus familiares en sus respectivos lugares de origen, pero otros, personas humildes marcadas por la guerra y la enfermedad tuvieron que ser enterrados en un improvisado cementerio.
TUMBAS PROFANADAS
Recientemente los nichos de aquellas personas fueron profanados. Algunos apuntaron a que se trataba de sectas satánicas o ladrones que abrían los ataúdes buscando su preciado botín. Lo cierto fue que los huesos y cráneos de aquellas humildes personas fueron esparcidos por las inmediaciones sin poder obtener el merecido descanso eterno.Muchos piensan que todavía vagan por el edificio buscando alguien que los alivie de sus sufrimientos
Trágicos sucesos, muertes repentinas, fotografías extrañas, voces inexplicables, sonidos fantasmales, ruidos en mitad de la noche resonando por el edificio, presencias extrañas y un sin fin de vivencias que aunque siempre subjetivas, ayudan a mantener vivas las leyendas sobre fantasmas que envuelven a este tétrico e inquietante lugar...
Queridos amig@s de este vuestro Pozo de Almas, quiero desearos desde mi particular rincón de la oscuridad, que paseis un terrorífico fin de semana de Difuntos y Halloween. Por eso he pensado que este momento es ideal para rendir homenaje a un hombre grande entre los grandes, que ya está disfrutando de esa otra realidad al otro lado. Su nombre es... Michael Jackson... Aquí os dejo su video más terrorífico... disfrutadlo...
Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo irlandés había un monje llamado Jack. Jack según algunas leyendas era un tipo alto y delgado, que le gustaba gastar bromas y hacer maldades. Pero era un hombre astuto, y tanto lo creía él, que hasta hizo un pacto con el diablo. El pacto, cuentan, consistía en que el diablo no lo dejaría ir al infierno si Jack hacía el mal en la tierra. Y así fue. Pero jack era mortal, y como a todos los mortales le llegó su hora. En el cielo no lo dejaron entrar, no podían dejar entrar a un ser tan malo, y claro en el infierno el diablo cumplió su parte y no le dejó pasar, pero dio a Jack una linterna, una peculiar linterna en compensación por todo el mal causado. Esta linterna consistía en un nabo hueco con un carbón que sería incandescente por siempre. Y desde entonces se cuenta que Jack (conocido por Jack of the Lantern, Jack de la linterna) deambula por el mundo con su linterna en busca de un lugar donde descansar.
La verdad es que esta es una versión de la conocida leyenda de Jack of the Lantern o Jack-o-Lantern, pues existen infinidad de variantes. Por ejemplo, existe otra variante de la leyenda en la que Jack hizo una broma al diablo; le hizo trepar por un árbol seco y quedó encerrado en su tronco. A cambio de su libertad, el diablo le tendría que dejar de tentar con la bebida. Y claro, como había sido una persona que había cometido malas acciones, y como el diablo en venganza por la broma no le dejó entrar, se quedó por "ahí", vagando eternamente con su linterna.La linterna era a base de nabo, entonces... ¿de donde viene la calabaza? Cuando llegaron los primeros colonos ingleses e irlandeses, tenían la tradición del nabo, pero se encontraron con la calabaza. Ésta ofrecía mejores características que el nabo: en primer lugar es más grande que un nabo y se puede introducir una vela, dando más luz; en segundo lugar proporciona más alimento; y en tercer lugar es más vistosa. Existe también la leyenda que se recorta la calabaza en forma de monstruo y se enciende una vela dentro para que Jack, Jack el de la Linterna, no se acerque a esa casa, empuñando su eterna luz para ver en las tinieblas...
Noche del 31 de octubre de algún año del siglo I a.C. La oscuridad se va cerniendo sobre un pequeño poblado celta. Al caer la noche se ven hogueras en todo el lugar, como si el fuego intentara rodear el poblado. Se escuchan cantos, y se ve a la gente danzar y tocar; parece una fiesta, la mayor de este pueblo. Los druidas, con un profundo sentimiento, se suben a los robles y encinas en busca de bayas de muérdago, armados para tal fin con una extraordinaria hoz de oro y un pequeño caldero. Se respira un aire distinto, no es el producido por las hogueras, ni por el perfume de los arboles, ni tampoco el otoño. Una puerta se ha abierto hacia otro mundo, otra dimensión. El mundo de los muertos convive con el de los vivos, y los antepasados vuelven a estar con los suyos.Es posible que si pudiera ser posible a través de alguna magnífica máquina del tiempo, un hombre celta se presentara aquí y nos contara lo que ocurre en su aldea el día de su Año Nuevo. Los celtas celebraban cuatro grandes fiestas a lo largo del año:
- El Imbolc (o Imbolg): la primera de estas fiestas se celebraba a principios de febrero (sobre el 1 de dicho febrero), cuando las primeras flores empiezan a crecer, y era dedicada a la diosa Imbolc o Brigit, a la que se consagraban los animales supervivientes al paso del invierno, en especial a las hembras, puesto que era tiempo ya de engendrar para el el futuro invierno. -El Beltaine: la segunda fiesta que se celebraba el 1 de mayo ( la víspera del 1 de mayo es la noche de Walpurgis ).Esta fiesta se dedicaba a Belenos, el dios del fuego. en este día el fuego era usado para purificar con su humo a los animales y a todo el pueblo. Se encendían hogueras en lo alto de los cerros (para los celtas esto tenía mucha importancia: era muy fuerte la unión que se sentían por la naturaleza, y desde lo alto, se podía observar toda la grandeza de nuestra madre Tierra), y se apagaban éstas al día siguiente. -El Lughnasa (o Lugnasad o Lamas): se celebraba a mediados del mes de junio yse dedicaba a Lug en Irlanda, Lugus en las Galias y Lleu en escocia.Aunque esta divinidad se conoce por diversos nombres, era el dios de la luz. Esta fiesta era la que más carácter agraria tenía, celebrándose una acción de gracias por la fertilidad de los animales y por la abundancia de las reservas alimenticias.
-El SAMHAIN: la última y más importante fiesta celta tenía lugar el 1 de noviembre. Este día significaba el día de año nuevo (siendo la víspera, el 31 de diciembre, "nochevieja"), y a su vez indicaba que comenzaba una etapa: el invierno. El año celta se divide en dos grandes periodos: el periodo de verano, que va desde el Beltane (1 mayo) hasta el Samain (1 de noviembre), y el invierno (desde el Samain hasta el Beltane siguiente).
Durante la noche del 31 de octubre los druidas (la casta sacerdotal de los celtas) recogían las bayas del muérdago de los troncos de encinas y robles, con una hoz de oro. ¿Y por qué una hoz de oro? Muy sencillo. Los celtas consideraban a este metal como un metal puro, y era por tanto el único que se podía utilizar para estos quehaceres. Una vez subidos al tronco de un roble o encina, los druidas cortaban baya por baya de muérdago mientras recitaba unos mantras, que seguramente eran para atribuir más poder al muérdago.
Por desgracia, los druidas no dejaron restos escritos pues así, como dijo Julio César "evitaban que su sistema de adiestramiento cayese en manos del vulgo y, segundo, que los estudiantes descuidaran el ejercicio de su memoria por confiar en la palabra escrita". Continuemos con el rito: acto seguido depositaban esas bayas en un calderito o las tiraban a un manto blanco que sostenía otro druida en el suelo. Esta descripción de este ritual se la debemos al historiador Plinio Después, esas bayas tan especiales, tendrían indudables poderes curativos para el poblado, y para sus elaboraciones "mágicas". También diremos que es en esta fiesta donde los druidas pueden comer carne de cerdo y beber vino, sólo esta noche. Seguramente os preguntareis ¿y el resto del año? Para ellos no estaba prohibido pero si estaba muy "desaconsejado"; debemos recordar que los druidas eran una casta sacerdotal, y que por tanto ejercían mucho poder sobre el poblado. Ellos eran los guías y los sabios y debían dar una imagen de serenidad y de respeto hacia los demás.
Alejémonos de esa fecha y vayamos unos días antes. Durante esos días antes del año nuevo, tenían lugar innumerables sacrificios animales. Además de tener un carácter religioso, tenemos que tener en cuenta una cosa: la fecha. Se acerca el invierno y hay que empezar a almacenar para hacer frente a los duros meses que vienen por delante. Estos sacrificios de animales, se hacían con el objetivo de aprovisionarse de carne y de piel para el invierno. Una vez cometidos los sacrificios, y recogido las bayas de muérdago, volvamos a esta magnífica noche. Por todos es sabido que esa noche está relacionada muy directamente con el mundo de los muertos. Pues bien, esta creencia estaba muy arraigada en el pueblo celta. Ellos creían que esa noche, una "puerta" se abría, y la dimensión de los vivos quedaba en comunicación con la dimensión del mundo de los muertos, al menos por unas horas. Durante este periodo no se podía salir de la comunidad, pues en esta noche, la comunidad no se ponía en contacto con otras comunidades sino que se ponían en contacto con sus propios antepasados. Durante esas horas, se podía tocar, palpar e incluso se podía traspasar al mundo de los muertos. Por eso en todo el pueblo había hogueras. No se encendían con la intención de espantar a los malos espíritus ni nada de eso, sino que se encendían para poder guiar a los muertos en la oscuridad de la noche, para que encontrara a sus parientes y hogares, y se pudieran calentar con el calor del fuego del hogar.
Como apunte final a esta fiesta celta, mencionar una curiosa tradición: los celtas, esas noches, amontonaban las calaveras de sus muertos (y también de sus enemigos) y las pintaban. El significado de esta tradición en este pueblo no lo sé, pero que tubo repercusiones en otra culturas como la galaica. Esta cultura tenían en las encrucijadas amontonamientos de piedras (llamados milladouros) y se tenía la costumbre de depositar una piedra y pedir un deseo. Existe un milladouro en el camino de Santiago, que es famoso (además de estar cerca de Santiago de Compostela), porque posee una gran cruz de hierro. El hecho de depositar una piedra allí es signo de que no tendrás mala fortuna durante lo que queda de viaje, por eso los peregrinos sulen llevar una piedra desde su lugar de origen, o bien la cogen antes de llegar al milladouro.
Estas sierras de pinos, encinas y brezo, fueron ricas en caza y muy fecundas para la agricultura y el ganado. Pequeños pueblos como Marmellar allí vivió sin demasiados problemas durante el segundo milenio. Del siglo XVII data la iglesia de San Miguel, muestra de que el pueblo continuó siendo un lugar próspero de la zona.En el siglo XIX, la desamortización en toda la comarca de Montmell y los envites de la guerra, hicieron que la vida solitaria en las masías no fuese demasiado recomendable.
Los guerrilleros Carlistas hicieron de estos montes su hogar y lentamente, este pueblo se fue deshabitando hasta que allá por los años setenta, los últimos moradores partieron hacía poblaciones más prosperas.
Desde entonces, el abandono total y el vandalismo van haciendo mella en los muros de sus edificios. Pese a esto, todavía se pueden contemplar los perfiles de su castillo románico, sus iglesias y algunas de las casas. El cementerio, en el que hasta hace un par de décadas reposaban los cuerpos de los hijos de este pueblo, muestra ahora sus nichos blancos y vacíos.
LA LEYENDA NEGRA DE MARMELLAR La fama de este pueblo como maldito no viene de épocas remotas. Todo comienza una noche de San Juan a principios de los años 90. Una joven, no se sabe muy bien si secuestrada o por voluntad propia, conoce a un grupo de jóvenes y es llevada hasta Marmellar. En las ruinas de una casa es violada y quemada viva y tras estos hechos salvajes, la dejan en el interior de uno de los nichos vacios del viejo cementerio. Unos chavales de la zona encuentran el cuerpo unos días después y relatan que la zona del asesinato se encontraba adornada con diversos símbolos y pintadas de carácter satánico. ¿Ritos oscuros o simplemente un asesinato cruel?
Los datos sobre este asesinato son confusos y han quedado en el olvido, pues a día de hoy, no hay más datos ni culpables.Esto podría haber quedado como mera anécdota, a no ser porque años después, el 14 de febrero de 1996, otra joven de la zona es secuestrada en una gasolinera próxima y asesinada en este lugar.Esta vez sin ritos oscuros de por medio. Pero a partir de este segundo crimen, la leyenda de pueblo maldito recae en este lugar. Incluso algún dato se recoge sobre apariciones fantasmales de una “Dama blanca”.
Queridos amigos de mi Pozo de Almas, hoy comparto con vosotros las bellas palabras de una mujer llamada Ximena Rivas, para que las disfruteis al igual que yo. Es un auténtico ángel de las palabras, ya que llenará vuestras almas de una paz y una emoción indescriptibles. Os dejo con ella... ¡¡ Disfrutadla !!
QUÉDATE Quédate por siempre en mi vida
te obsequiaré calientes alboradas,
esperame al filo del horizonte
justo, alli ,donde muere el sol
y se oculta esta pasión desaforada.
Deseo permanezcas adherido a mi
con el alma en flor...extasiada
construir una alfombra de pétalos rojos
que guíen tus pasos hacia mi cama,
perderte en mis ojos, robarte las palabras,
exterminar todas tus dudas
justo al borde de la almohada.
Hacerte el amor en plenilunio
con las pieles ardiendo sin pausa
evaporar de tu piel el rocío
que adorna el jardín de madrugada,
rodaremos ansiosos por la suave hierba
mientras la luna nuestro secreto ampara.
Quédate por siempre en mi vida
prometo resguardar la extraña magia
que enciende el fuego en nuestras venas
fundirte en mi sangre,entregarte mi alma. XIMENA
"Hay una serie de fenómenos del todo punto inexplicables"
Esta es una de las frases que aparecen en el informe policial hecho por los miembros de la patrulla que intentaron socorrer del horror a la familia Gutiérrez Lázaro.
Año 1991. La joven Estefanía Gutiérrez Lázaro realiza, durante un descanso en el recreo y junto con unas amigas, el mal llamado juego de la ouija. Una profesora las descubrió, las chicas tiraron el tablero y un extraño humo que salía del vaso de la ouija penetró por las fosas nasales de Estefanía. Ya nada volvería a ser igual en casa de los Gutiérrez Lázaro. Primeros actos
El primer acto de esta tragedia urbana se produjo unos meses antes, cuando terminaba la larga convalecencia del anciano padre de Concepción Lázaro, madre de Estefanía. Acurrucado en su cama, en una de las habitaciones, agredía y amenazaba al borde de la demencia a cualquier miembro de la familia. Poco antes de morir, le dedicó unas palabras a su hija: "Te haré mucho daño en la vida...".
Unas semanas más tarde ocurría algo que, por inesperado, inundó a los Gutiérrez Lázaro de oscuros presagios. Su hija de 18 años, Estefanía, comenzó a mostrarse extraña y huidiza. Al parecer, practicaba espiritismo de forma asidua a través del conocido y mal llamado juego del tablero ouija. La muchacha empezó a sufrir extrañas convulsiones que, en la mayoría de las ocasiones, acababan en patología epiléptica.
Una tarde, en el patio del colegio que distaba unas pocas manzanas de la calle Luis Marín, las compañeras que secundaban a la joven en colocar sus dedos índices para que el vaso se deslizase sobre el tablero que ellas mismas habían compuesto con las letras del abecedario, denunciaron a los profesores el estado crítico de la alumna. Según afirmaron todas ellas, un humo extraño y negruzco había surgido repentinamente en el mismo instante en que el recipiente de cristal estallaba en mil pedazos, convirtiéndose en una fina columna de humo negro que ante los gritos y horror generalizado penetró por las fosas nasales de la víctima.
Estefanía Gutiérrez Lázaro entraba así en un estado de coma que a las pocas horas se convirtió en una catalepsia severa. De ese trance no volvió a salir. Una noche murió entre convulsiones y gritos en presencia de toda su familia. En el informe forense elaborado en su día por el doctor Pedro Cabeza se realiza toda una investigación de las posibles causas de su muerte, diagnosticada finalmente como parada cardiorrespiratoria, incluso diseccionando las vísceras y enviándolas para su posterior análisis al Instituto Anatómico Forense. Al final, nada se clarificó en torno al óbito de la joven y corpulenta Estefanía. Sin embargo, los padres pusieron durante meses en duda el rigor con el que se realizó la autopsia. Para ellos había un claro interés por enterrar el caso en el olvido y que pronto se dejase de hablar del asunto.
Comienzan los fenómenos en casa Desde el momento en que acontece la extraña muerte comienza el infierno de los Gutiérrez Lázaro. Unos gritos de mujer diciendo en tono muy alto ¡mamá!, ¡mamá!, levantan a toda la familia en plena madrugada. Al abrir la puerta del pequeño aseo comprueban que no hay nadie. Las camas están revueltas, como si alguien hubiese entrado y hubiese zarandeado todos los objetos de esa habitación, que desde la noche trágica había permanecido cerrada a cal y canto.
La noche siguiente, por el pasillo, se oye un soplido que conforme va avanzando hacia la puerta de los dormitorios se convierte en una risa, una carcajada que hiela la sangre a los allí presentes. Todos hablan de la "voz de un anciano".
En pleno día, llegando ya el otoño de 1992, toda la familia comprueva cómo las puertas del salón se abren de par en par y cómo unos puños invisibles aporrean todas las paredes. Es tal la sensación de miedo e inseguridad que deciden, entre todos, colocar un sofá bloqueando la entrada y un pesado objeto de mármol. Cuando parece que todo ha pasado, de ese pasillo angosto y largo surge algo que, como una corriente huracanada, abre de nuevo el pomo y empuja todos los muebles hasta la pared de enfrente, tirando todos los objetos de las vitrinas.
Entre ellos destaca uno de gran valor simbólico para la familia, un retrato fotográfico de Estefanía, sonriente, meses antes de su óbito. Con espanto, Concepción lo deja caer de nuevo al suelo. Cuando Máximo Gutiérrez dedice levantarlo extrañado por la reacción de su mujer, comprueba que una llama viva está devorando parte de la imagen ¡por dentro del marco de cristal que tenía puesta la efigie! El fuego imposible, desplazándose por el rostro de la niña, reduce a cenizas parte de la fotografía en un hecho de inverosímil explicación, ya que el cristal, atornillado firmemente, no permitía la existencia de oxígeno. Aterrorizados, los humildes vecinos comprueban, al bajar a la casa, cómo una sombra espigada aparece en el pasillo, fundiéndose con las paredes y penetrando en algunos dormitorios. Ya en el mes de noviembre, Maximiliano, el hijo más pequeño, acude a la cocina para prepararse la merienda. Está solo cuando nota algo que silba en el aire. Se agacha y comprueba cómo una madera con la punta astillada ha atravesado el recinto clavándose hasta el fondo en unos embutidos que cuelgan en la pared.
Hacia el día 24 de dicho mes, las dos hermanas que comparten una habitación con literas describen una imagen horrorosa en plena madrugada: "Se oyó como un silbido por el pasillo, algo que ya habíamos escuchado otras noches. De repente oímos las dos como un lamento muy cerca de la puerta del dormitorio. No podíamos ni subir una ni bajar la otra por el terror. De pronto, en el suelo notamos algo. La luz de las farolas entraba por la ventana y se veía con claridad. Por eso observamos que había alguien más allí con nosotros. ¡Creímos morir! Una cosa larga, con forma de hombre, como si un hombre se arrastrase, con la cabeza toda negra, sin ojos, sin boca, sin nada, iba con el pecho pegado al suelo, deslizándose a lo largo de la habitación.
Empezamos a gritar, y justo entonces empezaron las muñecas que tenemos amontonadas en una pared empezaron a ser lanzadas contra el otro extremo con fuerza, una tras otra, y empezó a sonar todo con golpes y gritos. Cuando abrieron la puerta nuestros padres, nos encontraron encogidas cada una en su cama y todas las muñecas tiradas por el sueño, como si alguien hubiera estado jugando con ellas durante horas...".
Intervención policial El 27 de Noviembre de 1992, dos "zetas" de la Policía Nacional parten de la comisaría 04-18 de distrito de Vallecas. En ellos viajan el inspector jefe de policía José Negri, acompañado de tres agentes. Se detienen ante el portal número 8 de la calle Luis Marín, de donde han recibido la llamada angustiosa de un padre de familia envuelta en extraños sonidos y golpes de fondo. Son las dos horas y cuarenta minutos de la madrugada. A las 2:40, por el canal 7 de H-50 llama el Z-2 y manifiesta que, una vez se ha entrevistado con la familia y observado el interior de la casa, según comunica, se le ha puesto el vello de punta...
Estando sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta de armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural...
Momentos después pudieron percatarse y observar cómo en la mesita que sostenía el teléfono, y concretamente en un mantelito, apareció una mancha de color marrón consistente que el Z-2 identifica como babas...
En el recorrido que hicieron por diversas habitaciones de la casa observaron un crucifijo de madera al que, el fenómeno al que estamos haciendo referencia, le había dado la vuelta, arrancándole el Cristo adherido al mismo...
Que, según manifiesta una de las hijas, tomó el Cristo del suelo y lo adhirió detrás de la puerta de la habitación junto a un póster produciéndose también de forma súbita y extraña, tres arañazos sobre el citado póster...".Como conclusión, los cuatro agentes certificaban que allí, en la humilde casa de Vallecas, hay una serie de fenómenos de todo punto inexplicables.
Fuente: JIMÉNEZ, Iker. Enigmas sin resolver II, Ed. Edaf. Madrid, 2005.
Encerrado en una carcel sin paredes estoy Condenándome irremediablemente a tu deseo.
Soy prisionero, atrapado en lo profundo de tu ser y sin poder escapar a esta condena que me angustia y que me quema pero que no tendria mas vida sin ella.
Encerrado entre las rejas de mi carcel observo la libertad que perdi al caer en la locura del extasis Dejándome en el encierro encadenado perpetuamente a tu recuerdo.
Encerrado en esta prisión de tinieblas muero Al no tenerte y al amarte...mi sentencia:
"De morir en el encierro cruel al que me condenaste, haciendome amarte, al dejarme; aqui en esta carcel... que es tu recuerdo, que es mi corazón, que es tu cuerpo..."
Ahora sin salida condenado, me resigno a ser tu prisionero, que una vez te amó sin pensarlo y llegó a ser reo de tus besos.
Aquí os dejo viajeros de la red, una de las leyendas que más me fascinó cuando la leí siendo más pequeño, la leyenda del Monte de las Ánimas. Deseo que también vuestra alma se sobresalte al leerla como lo hizo la mía.....
La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I
-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. -¡Tan pronto! -A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte. -¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia: -Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.
Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche. La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
II
Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio. Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste. -Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios. -Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres? -No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías. El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza: -Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo: -Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. -¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: -¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? -Sí. -Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. -¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. -No sé.... en el monte acaso. -¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas!
Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:
-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores: -¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!
Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego: -Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto. -¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido. A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
III
Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. -¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen.
Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. -Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables. -¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos? Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos.
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!
IV
Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.