domingo, 13 de mayo de 2012

LA LEYENDA DE LA DAMA DEL LAGO

Desde siempre cualquier tema relacionado con la figura del Rey Arturo y su leyenda ha despertado el interés de muchos. Una historia llena de misterios y lugares fascinantes y llenos de encanto, de misticismo como Avalon....
Hoy de la mano de una buena amiga os hablaré de la famosa Dama del Lago, a través de un texto de como os decía mi amiga Amalia, espero os resulte tan fascinante como a mí...


LA DAMA DEL LAGO
Otra hechicera de la tradición Celta, es La Dama del Lago, fue la madre postiza 
de Sir Lancelot a quién crio entre lúgubres paisajes de su lago. El mago Merlín 
se enamoró locamente de ella y aún sabiendo que sería su perdición no pudo
 resistir su encanto y le enseño todos los secretos de su arte. 


Esta Dama ha sido llamada por 
diferentes nombres, Nimue, Nemue, 
Vivianne y Vianna. Se cree que todos 
estos nombres derivan de Coventina, 
la diosa del agua de los antiguos 
celtas.
La gran sacerdotisa de la Isla de 
Avalón, centro de poder espiritual de 
la tradición , que basaba toda cosmogonía en las fuerzas y energías que 
emergen de la tierra.




 La tradición inglesa 
relaciona siempre a la Dama
 del Lago y a la 
Espada de Luz con el rey 
Arturo, si bien existen 
distintas leyendas al 
respecto. 
La principal de las leyendas
artúricas parte de la 
existencia de una necesidad: 
para que el Conocimiento de
 los antiguos misterios no 
cayera en el olvido se necesitaba un vínculo que uniera la vieja sabiduría druida 
con el nuevo horizonte cristiano que empezaba a extenderse en suelo inglés; 
este vínculo sería la espada de Excalibur.





Tal espada es un objeto sagrado, 

símbolo de poder, fuerza y 
orgullo; ha sido forjada en 
Avalón y representa la
 sabiduría que la tierra otorga a 
quien la esgrime por una causa 
justa. 
Excalibur no es, por tanto, una 
espada cualquiera;
 es una espada mágica dotada de 
toda clase de poderes. Además, 
se trata de una espada destinada
 a un rey, a una persona y sin 
doblez. La Espada Excalibur 
le será así entregada a Arturo, el primero de los reyes cristianos, por la Dama 
del Lago.



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