sábado, 26 de noviembre de 2011

YAUYOS "LO QUE EL RÍO TOMA, NO LO REGRESA"

Y si de pronto en pleno viaje descubrieras que estás en el mismo auto que sufrió un trágico y misterioso, irresuelto accidente, digno de un capítulo de la serie “X Files”. En medio de una carretera inhóspita, llena de precipicios, sumamente oscura a horrores y sólo con el brillo de las estrellas que sobresalen, de hecho la valentía sería un soldado derrotado y la adrenalina un suspiro profundo.
¿Te bajarías y continuarías a pie en medio de la nada? O despejarías esas maliciosas dudas que todo suceso trágico tiene por agregado. Hay quiénes poco o nada toman importancia a esas leyendas urbanas que señalan que ciertas geografías, parajes u zonas recónditas, llenas de cerros, ríos, lagos o lagunas suelen cobrarse vidas como un auto pago o tributo necesario, más aun si la presencia humana por ahí es solo de instantes transitados por carreteras y trochas.

Las anécdotas o mitos, por cientos, pueden ser ciertas o no, pero cuando lindan misteriosamente con la realidad firmada por sucesos u episodios inscritos con sangre, es ahí cuando lo oculto toma cuerpo y forma. Quiérase o no un abanico de posibilidades es el saldo final. Y la localidad de Yauyos en el departamento de Lima (Perú), con mayor razón no es la excepción.
¿Por qué? Bueno pues, porque sus cerros y ríos, casi habitualmente, se cobran la vida de muchos, el número poco importa, lo cierto es que como dice el mismo protagonista, recientemente de un trágico accidente; que ha conmocionado a esa localidad y con el que paradójicamente nos tocó viajar; mínimamente los cerros y ríos de la zona se cobran la vida de una persona por año, sin excepción alguna, aunque a veces esa cifra a veces se infle estrepitosamente.

La muerte al otro lado de un cerro y un rio
Eduardo Chaparro Huamaní, para muchos el autor de la desaparición a una profesora, solo él sabe la verdad, nos confesaba su identidad y nos comentaba en pleno camino el trágico suceso donde él también casi pierde la vida. El caso de la profesora desaparecida es uno más de los muchos que se dan en la zona, sucede pues como informaron los medios que aquella fatídica noche la profesora Loida Vivas, viajo a Yauyos, al distrito de Yapay para visitar a su madre enferma, con dirección a Canaria, abordó el taxi de Eduardo a las 2am de la madrugada y nunca llegó a su destino. Se supo luego, según peritos que el auto había dado a parar al río trágicamente, donde sólo sobrevivió él.

Aquella fatídica noche, la profesora abordó el vehículo muy de madrugada, ya por la carretera en pleno camino, el conductor Eduardo se percató que su auto presentaba fallas mecánicas, decidido entonces avisó a la profesora que era mejor regresar, pero ante la insistencia de la misma y con algo de suerte el auto extrañamente auto-corrige la falla mecánica, por lo que ambos deciden retomar el camino pero al retroceder para girar, este pierde el control y en reversa va a dar sin freno alguno rió abajo, rompiéndose por el gran impacto el parabrisas.
 Cuando el auto comienza a llenarse de agua, Eduardo decide salir por el parabrisas roto, mientras la profesora paralizada por el suceso presenciaba como el río arrastraba el auto, ésta al no reaccionar pese a todo se queda adentro, mientras que Eduardo se arrojaba al río y nadaba hacia la orilla, dejándola atrás.

 Supone Eduardo que la profesora en su desesperación hizo lo mismo pero el agua se la tragó. Cuando los rescatistas cercan la zona, sólo dieron con el auto. Se sabe luego que cientos de rescatistas han buscado en los siguientes días a la profesora sin resultado alguno, algo poco común pues normalmente todo cuerpo el río lo lleva a dejar kilómetros más adelante.
Buzos la han buscado sin éxito, no obstante extrañamente y como última deducción se cree que el cuerpo de ella, está en una suerte de pozo hondo, como en una media cueva, donde los remolinos son fuertes por la misma corriente. Cumpliéndose al parecer que lo que el río toma no lo regresa.

¿Trágica coincidencia?
La suerte de Eduardo no acaba ahí, sindicado como el autor del crimen por los familiares de la profesora, el tiempo el preparaba un nuevo acto. Como de costumbre la zona vuelve a exigir su pago, como si se tratara de un cobrador, los cerros y ríos sedientos de vida juegan a ser dios, escogiendo a dedo quien caerá nuevamente. Una camioneta de tipo minivan es la escogida, una pareja y sus hijos los protagonistas. De hecho viajando en plena madrugada la minivan en una pronunciada curva oscura no da vuelva y se va derecho al precipicio, mientras caía estrepitosamente la camioneta arroja a la mujer por la ventana y al hombre metros más abajo, como si se tratase de un película de terror ambos casi predestinados sobreviven, destino que no se cumple con sus hijos que fueron a parar dentro de la camioneta al río.

La mujer que para muchos corrió una maldita suerte, ensangrentada subió la ladera del río a pedir ayuda en plena carretera oscura. Tremendo horror que causaría a cualquier conductor que justo pasara por ahí, en medio de la nada y la oscuridad, propias de cualquier guión gótico. Bueno pues, Eduardo iba por esa carretera kilómetros antes y parecía que la suerte estaba echada, vería a una mujer ensangrentada caminando desesperada por la carretera, cual fantasma o muerto viviente lanzado gemidos y gritos de socorro, terriblemente por el contexto irreconocibles, si no fuera porque minutos antes algo lo retrasó, los mismos minutos que hizo que su compañero de carretera, otro taxista de la empresa, lo pasara y continuara por su delante. Este último inevitablemente se topó con la mujer narrando a Eduardo como el susto y el miedo lo llevó hasta el congelamiento. Si esto lo hubiera vivido Eduardo, quizás la impresión de ver encarnada a su pasajera, la profesora, en esta mujer hubiera terminado lo pendiente, donde aquella vez el río le perdonó.


Cuando no es suficiente
Estos dos casos no son los únicos, hay todo una lista, de los que resalta de lejos por el costo de vidas, aquel accidente donde el rio y los cerros se cobraron la vida de 29 personas, el saldo más alto de dicha carretera. En aquel accidente funesto, en el sector conocido como Cerro Loro el ómnibus de la empresa San Juan de Yauyos, fue dar a un precipicio y al mismo rio. Aunque aquella vez no hubo cuerpos desaparecidos, ni rastros vacíos que seguir en la nada, generosamente.
Más allá de todo esto, sean meras leyendas o supersticiones igualmente ¿Te atreverías a viajar por la carretera de Yauyos en medio de la oscuridad?

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