POZO DE ALMAS

POZO DE ALMAS
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lunes, 30 de mayo de 2011

PASEANDO POR EL VALLE DE LA TRANQUILIDAD 1ª Parte: CEMENTERIO DE CEARES

En la tarde del 30 de mayo del 2011, salía  de mi trabajo con la intención de acercarme al cementerio de mi ciudad, el cementerio de Ceares en Gijón. Mi objetivo, el cual llevaba preparando varios días atrás en mi mente, era el de hacer unas cuantas fotos en la zona norte del cementerio, la más antigua, llena de panteones y mausoleos. Y la verdad ,por qué no, grabar mí tiempo allí con una grabadora con el fin de poder conseguir si había suerte alguna psicofonía.
La tarde se presentaba oscura amenazando lluvia, una tarde pensé perfecta para visitar un cementerio. Cuando iba de camino, sin querer me empezó a entrar una sensación de nerviosismo, no era la primera vez que acudía a un cementerio, pero sí era la primera que iba por el motivo anteriormente citado.
En el momento que traspasé la entrada principal me dio la sensación que entraba en otro mundo, “el valle de la tranquilidad” se abría ante mí y yo era un extraño en aquel lugar.
Silencio y apenas un alma, entre unos de los panteones cercanos, pude ver a una chica que al igual que yo hacía fotos a una escultura peculiar (una calavera de la que salía de uno de sus ojos una serpiente), me sentí identificado con la chica y también por qué no aliviado de no ser el único que por allí caminaba.
Puse mi grabadora en marcha y comencé a hacer algunas fotografías, en ese momento como si una fuerza me invitara a marcharme, la lluvia arreció y tuve que guarecerme en la capilla que había cerca de allí.
" Interior de la capilla "
Con un pequeño altar, sencillo y lleno de velas encendidas, la pared con manchas de humedad, aquel santo lugar me recibía, así que me senté en uno de sus bancos esperando a que la lluvia amainara. Absorto  en mis pensamientos, sentí unos pasos tras de mí y al girarme vi como aquella chica con la que me había encontrado anteriormente, de aspecto gótico también se guarecía de la lluvia.

Pasaba el tiempo y la lluvia no cesaba, me acerqué a la entrada para observar mejor el panorama y salude a la chica con un hola. Era extraño, dos jóvenes como nosotros en un lugar como aquel…. oí unas voces y vi entonces como una pareja de ancianos entraba también en la capilla para protegerse de la lluvia.
Por fin tras esperar alrededor de diez minutos los cuales se me hicieron largos, salí al exterior.
He de decirlo pero una sensación de paz me embriagó, bajo un cielo completamente nublado y encapotado aquel conjunto de panteones, cipreses y demás esculturas parecía un lugar atemporal.
Dirigí mis pasos a la izquierda de donde me encontraba y comencé a recorrer aquellas calles entre los panteones, justo por el lugar por el que había entrado.

La paz era absoluta, rota tan solo por el sonido de mis pasos y el cantar de algún pajarillo que por allí había, de repente mi corazón dio un vuelco, al girar una de aquellas calles me encontré de cara con la imagen de una mujer semi agachada acariciando una rosa roja…..parecía tan real ……no esperaba eso….. Se trataba de una bella escultura que parecía “custodiar” la entrada a un impresionante panteón-mausoleo, el cual no sabría decir muy bien a quien pertenecía.


" Su aspecto parece tan real...da la sensación que esos ojos te van a mirar de repente..."

" Detalle de la entrada al mausoleo "
Tras este pequeño susto, seguí con mi peculiar paseo disfrutando de aquella paz y maravillándome de las obras de arte que a mí alrededor había.
Mis pasos me llevaron a una zona trasera del cementerio en la que me encontré con un conjunto de sepulturas que parecían bastante antiguas y que tenían la peculiaridad que en lugar de estar sobre la tierra estaban sobre una base de piedras blanquísimas y la zona del enterramiento estaba cubierta de piedras negras. El contraste resultaba hasta hermoso…

La primera de esas sepulturas pertenecía a un bebé de dos meses, leyendo su epitafio, sentí una tristeza enorme….que corta vida para un pequeño ángel….
Había también varias sepulturas sin nombre….cubiertas simplemente con aquellas piedras negras, como si los que allí yacían hubieran quedado olvidados por el paso del tiempo.
Una que me llamó la atención fue la de un hombre de avanzada edad, la cual tenía en su lápida un símbolo que parecía masónico.

" Símbolo Masónico en la lápida"

Me alejé de allí, no sin antes volver a detener mis pasos en la tumba de aquel pequeño bebé….ojalá descanse en paz…
Esta vez mis pasos me llevaron hasta una zona de nichos, frente a los cuales había un enorme monolito dedicado a los caídos creo que durante la guerra civil, frente a él un mausoleo fosa común de imagino los caídos en el combate.
Se acercaba la hora del cierre, siete de la tarde y no me había encontrado absolutamente a ningún” vivo”….me dirigí a la salida no sin antes visitar una serie de enterramientos también bastante antiguas, esta vez en tierra. De nuevo tumbas sin nombre, cruces caídas….la tristeza me embargó de nuevo y en silencio pedí por todos los que allí yacían deseándoles un descanso en paz.


" Monolito dedicado a los caídos "
Salí del camposanto, con una mezcla de paz pero también de alivio, ya que el hecho de sentirme allí tan solo he de decir que en algún momento pudo llegar a sobrecogerme.
De nuevo regresaba a la “vida”, el ajetreo de las calles, los coches el ir y venir de la gente, parecía otro mundo que hacía que aquel otro que había dejado atrás fuera algo casi irreal u onírico.

Sin embargo una parte de mí sabía que durante casi alrededor de una hora, mis pasos habían recorrido aquel “VALLE DE LA TRANQUILIDAD”.
ANGELUS

martes, 24 de mayo de 2011

AHORA

Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.

Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día

por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.

EL DIABLO VIENE.....A MÍ

                                   

SOMBRAS



                       

TRANSPARENCIA

Yo nunca fui la luz
yo sólo era la lámpara que su mano encendía
o el fuego primigenio que ella me descubrió.
Toda anticipación era ilusoria
yo broté de su mano como una planta nueva
me inflamé en esa llama torpe viento.
Yo nunca fui la luz
y nunca volverá a ser lo que era
polvo que se dispersa y me vacía.
Veo llegar la muerte como un sueño
y el sueño es esa franja transparente
donde todo es mentira.

ODETTE ALONSO

EL ÁNGEL FALSO

Para que yo anduviera entre los nudos de las raíces
y las viviendas óseas de los gusanos.
Para que yo escuchara los crujidos descompuestos del mundo
y mordiera la luz petrificada de los astros,
al oeste de mi sueño levantaste tu tienda, ángel falso.
Los que unidos por una misma corriente de agua me veis,
los que atados por una traición y la caída de una estrella me escucháis,
acogeos a las voces abandonadas de las ruinas.
Oíd la lentitud de una piedra que se dobla hacia la muerte.
No os soltéis de las manos.
Hay arañas que agonizan sin nido
y yedras que al contacto de un hombro se incendian y llueven sangre.
La luna transparenta el esqueleto de los lagartos.
Si os acordáis del cielo,
la cólera del frío se erguirá aguda en los cardos
o en el disimulo de las zanjas que estrangulan
el único descanso de las auroras: las aves.
Quienes piensen en los vivos verán moldes de arcilla
habitados por ángeles infieles, infatigables:
los ángeles sonámbulos que gradúan las órbitas de la fatiga.
¿Para qué seguir andando?
Las humedades son íntimas de los vidrios en punta
y después de un mal sueño la escarcha despierta clavos
o tijeras capaces de helar el luto de los cuervos.
Todo ha terminado.
Puedes envanecerte, en la caída marchita de los cometas que se hunden,
de que mataste a un muerto,
de que diste a una sombra la longitud desvelada del llanto,
de que asfixiaste el estertor de las capas atmosféricas.


RAFAÉL ALBERTI

CEMENTERIO DE LA CARRIONA : AVILÉS

<<Morirás. Esto es naturaleza del hombre, no pena. Morirás. Derecho es de las gentes volver lo que recibiste. Morirás. Peregrinación es la vida; cuando hayas caminado mucho es forzoso volver. Morirás. Entendí decías alguna cosa nueva. A esto vine, esto hago, a esto me llevan todos los días. La naturaleza en naciendo me puso este término, ¿qué tengo de poderme quejar? A esto me obligué. Morirás. Necedad es temer lo que no puede estorbarse. Esto no lo evita quien lo dilata. Morirás. Ni el primero ni el postrero. Muchos murieron antes de mí, todos después. Morirás. Este es el fin del oficio humano. ¿Qué soldado viejo se enojó de que le licenciasen? Adonde va el mundo voy yo. ¿Pues ignoro yo que soy animal racional mortal? Con esta condición se engendra todo. Lo que empezó se acaba. Morirás. ¿Por qué es molesto lo que se hace una vez? Conozco el caudal por ajeno, no por mío. Finalmente yo hice este concierto con el acreedor de que no puedo quejarme. Morirás. Mejor lo hicieron los dioses, pues nadie me puede decir que moriré que no sea mortal>>

- SÉNECA -

Hacía grandes aspavientos, más de setenta años tenía y lo que más le dolía era el que se hubieran hurtado todas las jardineras de la ciudad para llevárselas a los muertos. El trasfondo de su preocupación era político. Estas mujeres se conmueven con ello. Será por la Guerra Civil y la consecuente posguerra. <<No hay derecho, no hay derecho decía, que cambien los nudos políticos y se alteren los planes anteriores. ¿Para que quieren los muertos la belleza?>> La conversación sucedía en un autobús… La ciudad era la de Avilés y ”los muertos” el barrio de la Carriona, donde se erige la necrópolis de la urbe, que fue inaugurada en septiembre de 1980.
.
.A las afueras y elevado sobre un promontorio, desnudo de sus antiguos cipreses, con más de 90.000 enterramientos, capilla de estilo neoclásico y alrededor de 300 mausoleos, esta ciudad de los muertos, de origen decimonónico, está considerada como una de las más emblemáticas del Norte y en concreto como el conjunto funerario más importante de Asturias.

Carmen Bermejo, restauradora y profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, cuya tesis doctoral versó sobre el Arte Funerario, lo califica de excepcional: un museo de arte al aire libre. Fue propuesto para que se declarase Bien de Interés Cultural hace algunos años; lo que supondría la máxima protección frente al deterioro evidente que sufre, según la Ley 16/85 de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español. Costras ennegrecidas por la humedad parasitan la piedra de las esculturas y lápidas que van viéndose así dañadas en su consistencia. Pero también son debidas estas pátinas oscuras a la contaminación medio-ambiental que sufrieron los habitantes de esta población, reinyectada por la industria siderometalúrgica, en décadas pasadas. Las estatuas exhiben, sin pudor, los rastros del sulfín y el calcín que muchos vivos todavía albergarán en sus pulmones.
Reposan aquí los huesos del escritor de ‘José’, y ‘Marta y María’, Armando Palacio Valdés, sobre cuya tumba, sentada, sentida y de bronce, nos encontramos con la Demetria de ‘La aldea perdida‘.

                               

sábado, 14 de mayo de 2011

RETRUM2 : " LA NIEVE NEGRA "

El día 17 de Mayo , sale a la venta la esperada segunda parte de RETRUM. Si la primera parte te cautivó, esta dicen, promete ser mejor.
Por mi parte estoy impaciente por tenerla, aquí os dejo un avance de una de las canciones que aparecen en el libro del grupo Nikosia.
Los Pálidos estamos de enhorabuena.....el mundo de las sombras regresa a nuestro lado.....

VERÓNICA

LA LEYENDA DE VERÓNICA

“... pues todos los espejos son una vías
de entrada al Otro Mundo y conducen directamente
a la cueva de Lilith. Ésta es la cueva donde fue
Lilith cuando abandonó a Adán y el Jardín del
Edén para siempre, la cueva donde se divirtió
con sus amantes los demonios. De estas uniones
nacieron multitud de demonios, que salieron en
tropel de esa cueva y se infiltraron en el mundo.
Y cuando quieren volver, sencillamente entran en
el espejo más cercano. Por esa razón se dice que
Lilith ha hecho su hogar en todos los espejos.
(Howard Schwartz)”.


Carolina y Verónica se habían enamorado perdidamente de aquél chico tan atractivo que llegara tan solo una semana antes al convento. Las dos muchachas, novicias, habían convenido en su día convertirse en religiosas, motivo de una promesa tal vez no demasiado meditada, y que las había arrastrado de forma irremediable hacia una vida, en realidad, de ninguna de las maneras deseada. Pero, lejos de profundizar en su religión, habían terminado por sucumbir ante el agradable semblante del muchacho de una de las congregaciones llegadas para participar en la convivencia religiosa, organizada por el convento.
La amistad entre ellas surgió cuando ambas eran aún muy pequeñas. Carolina, que tenía 17 años, era tres años mayor que Verónica, que sólo contaba con 14. Los padres de las muchachas, tras su matrimonio, fueron a residir justo en la misma calle, una casa enfrente de la otra. Durante su infancia, habían sido inseparables, y su amistad realmente parecía algo especial. Rara era la vez que terminaba el día sin que hubieran consumado alguna de sus travesuras. Aunque Carolina era la mayor, y se suponía debía tener la voz cantante, no era sino Verónica quien casi siempre convencía a su amiga para hacer realidad todas las barrabasadas que se les ocurrían. A tanto llegaron, que, sin pensárselo dos veces, a Verónica se le cruzó por la cabeza, en una de aquellas alocadas mañanas infantiles, una de sus innumerables ideas perversas: Si Carolina llegaba a cumplir 17 años sin haberse enamorado de ningún chico, era porque sin duda tenía alma de monja y tenía que ingresar en un convento. Por supuesto, las mismas condiciones valían para Verónica, pero para entonces ésta aún tendría tres años más para derribar la apuesta. Así que la decisión final fue que, si al cumplir 17 años Verónica, ninguna de las dos había logrado enamorarse, ambas entrarían en el convento el mismo día, cosa que finalmente, sucedió. Sin notificar nada a sus padres, la misma noche en que Verónica alcanzó la edad, ambas llamaron a la puerta del convento, cerrándose tras de sí el mundo exterior.

Al principio fue divertido. Cada una pugnaba por demostrar a la otra que podía ser mejor monja, y las religiosas más veteranas no notaban nada extraño en ellas, salvo un par de chiquillas que deseaban reconocer en sus corazones el amor a Dios. Pero poco a poco fueron cambiando, según pasaba el tiempo, hasta volverse algo rebeldes y díscolas. La gota que colmó el vaso fue la llegada de aquel muchachito de ojos azules, llegado en una de las congregaciones, donde había sido desde muy pequeño criado por los monjes al ser abandonado por su madre, cosa harto habitual en aquellos tiempos.
Desde su llegada al convento, Carolina perdió totalmente la razón por aquél muchacho, cuyo nombre era Álvaro. Por su parte, ocurría que Verónica también se había enamorado de él, lo que podría redundar en un desagradable enfrentamiento entre ambas amigas.
Carolina asediaba continuamente a Álvaro, por todos los rincones, por los pasillos. Y a pesar de que el muchacho intentaba zafarse de todos sus arrebatos, en el fondo algo debía sentir también por ella, porque ambos terminaban besándose siempre y prometiéndose estar juntos a la menor ocasión. Carolina le había hecho saber a su amiga el amor que sentía por Álvaro, decidiendo Verónica desde aquel momento mantener en secreto sus sentimientos hacia el joven. Sin embargo, ésta última, bastante más avispada que su amiga, supo encandilar con mayor rapidez a su amado, y quiso la fatalidad que, encontrándose en la habitación de Álvaro ambos jóvenes haciendo el amor, fuesen sorprendidos por Carolina, quien después de buscar a Verónica por todas partes sin hallarla, se le había ocurrido preguntar al muchacho por ella acudiendo directamente a sus aposentos.

La reacción de Carolina no se hizo esperar, dando gritos y haciendo aspavientos, sin dejar de amenazar a su, hasta aquel momento, amiga del alma. En vano Verónica pudo explicarle a su amiga, quien había finalmente abandonado la habitación corriendo sin mirar hacia atrás, su intención de renunciar a la vida religiosa y casarse con Álvaro en cuanto fuese posible, a pesar de su corta edad. Al comprobar que resultaba imposible hacer entrar en razón a Carolina, decidió regresar a su habitación y hablar con ella a la mañana siguiente. Aunque esa mañana.... jamás llegaría para Verónica...Así pues, mientras Verónica dormía plácidamente esa misma noche, aquella en la que fuera sorprendida por su amiga, tramaba ésta su perdición, al precio que fuese. Cogiendo unas tijeras de costura, que curiosamente estaban atadas a un lazo rojo, para que pudiesen permanecer colgadas del cuello sin posibilidad de pérdida, Carolina estaba más que dispuesta a terminar con la vida de Verónica, cosa que sin lugar a dudas, haría sin remedio. Después de entrar en su habitación y comprobar que ésta se encontraba dormida, levantando las tijeras, totalmente fuera de si, las clavó en el corazón de la muchacha mientras gritaba con furia: “Verónica”, “Verónica”, “Verónicaaaaa”.
Aún pasarían unos minutos antes de que Carolina reparara en lo que había sido capaz de hacer. Al levantar la mirada y comprobar que había matado a su amiga, dio un leve respingo, asustada, sollozando amargamente a partir de aquel instante. Una vez medianamente respuesta, resolvió que lo único que podía hacer era enterrarla en los alrededores del convento, y de forma tan atropellada lo hizo que incluso bajo tierra acabó dejándola con las tijeras clavadas en su pecho.

Un año transcurrió después de aquel suceso, y Carolina seguía en el convento, como si nada hubiera pasado. Ahora, con 18 años, había dejado su tono rebelde, para convertirse en una futura sierva de Dios. Al menos, lo intentaba, quizá queriendo olvidar algo imposible, el asesinato de su amiga por sus propias manos.

En el convento todos creían que Verónica finalmente se había marchado junto a Álvaro al terminar la convivencia religiosa, y para nada podían sospechar su trágico final. La muchacha, un día antes de su muerte, se había preocupado de notificar a la madre superiora del convento su intención de abandonar la orden y casarse con Álvaro, algo que, por descontado, no acababa de aprobar la suprema devota, con lo cual, a nadie habría sorprendido la probable fuga de la muchacha.
Y entonces, llegada la noche del aniversario del asesinato de Verónica, sonidos y voces extrañas empezaron a oírse por todos los recovecos del convento, espeluznantes y lastimeros a la vez. Difícil saber como tomarían el asunto las religiosas de la orden, si estaban acostumbradas a sucesos semejantes, dadas las leyendas en torno a los conventos y monasterios más antiguos, o bien caerían todas al suelo dispuestas a rezar sin fin, hasta la desaparición de algo tan tenebroso como aquello. Lo verdaderamente cierto fue la reacción de Carolina, quien, acurrucada en su cama, y sabiendo el día en que se
encontraba, muerta de terror se hallaba. Incapaz de abrir los ojos, pegadas sus pestañas, podía escuchar como unos leves pasos en el corredor se abrían paso hacia su habitación, hasta que, tras un estremecimiento de miedo que le recorría por toda la espina dorsal y que le hizo abrir los ojos totalmente desorbitados, vio aparecer el corrompido cuerpo de su amiga Verónica, la cual, sujetando entre sus manos las tijeras con su lazo rojo, y antes de que Carolina pudiese ni siquiera reaccionar, consumó aquella su venganza, clavando las tijeras en el corazón de su amiga y causándole la muerte de forma irremediable.



Aún los gritos de Carolina, antes de morir, se fundieron con aquellos estertores venidos del “Mas allá”, y no fue hasta el día siguiente cuando las hermanas de la orden encontraron a la joven yaciendo en la cama, con las tijeras del lazo rojo incrustadas en su corazón, y en sus manos una Biblia con las tapas de color rojo, en cuyo interior de ellas Carolina dejó relatado el asesinato de su amiga por ella cometido, a causa de sus descontrolados celos.

Aún hoy se dice que el espíritu de Verónica sigue vagando continuamente, sin sentirse del todo saciada de su venganza, en constante acecho en busca de víctimas... “Todos aquellos que se atrevan a invocarla, nombrándola tres veces durante tres veces, con unas tijeras sujetas por un lazo rojo, una Biblia abierta por el centro y en plena noche, allí donde se reflejen sus rostros o sus cuerpos, en una habitación amparada como toda luz solo por dos sencillas velas...”, puede que reciban su visita, y eso significaría, una muerte cierta...

Muchos han sido los que la han desafiado desde entonces, y no pocos los sucumbidos. Aquellos cuya alma esté corrompida, y prueben a tentarla, que Dios los ampare...

HIM wicked game




                     

domingo, 8 de mayo de 2011

Historia de los templarios I

Historia de los templarios II

EL REINO DE LOS CIELOS...

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (latín: Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici), comúnmente conocida como los Caballeros Templarios o la Orden del Temple (francés: Ordre du Temple o Templiers) fue una de las más famosas órdenes militares cristianas.[3] Esta organización se mantuvo activa durante poco menos de dos siglos. Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaron a Jerusalén tras su conquista. Fueron reconocidos por el Patriarca Latino de Jerusalén, Gormond de Picquigny, el cual les dio como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. Aprobada de manera oficial por la Iglesia Católica en 1129, la Orden del Temple creció rápidamente en tamaño y poder. Los Caballeros Templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada. Los miembros de la Orden del Temple se encontraban entre las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas.Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco,y edificando una serie de fortificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa.

El éxito de los templarios se encuentra estrechamente vinculado a las Cruzadas; la pérdida de Tierra Santa derivó en la desaparición de los apoyos de la Orden. Además, los rumores generados en torno a la secreta ceremonia de iniciación de los templarios creó una gran desconfianza. Felipe IV de Francia, considerablemente endeudado con la Orden, comenzó a presionar al Papa Clemente V con el objeto de que éste tomara medidas contra sus integrantes
En 1307, un gran número de templarios fueron arrestados, inducidos a confesar bajo tortura y posteriormente quemados en la hoguera.[7] En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe y disolvió la Orden. La brusca desaparición de su estructura social dio lugar a numerosas especulaciones y leyendas, que han mantenido vivo el nombre de los Caballeros Templarios hasta nuestros días.

HISTORIA:

Apenas creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su segundo rey, tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillon, algunos de los caballeros que participaron en la Cruzada decidieron quedarse a defender los Santos Lugares y a los peregrinos cristianos que iban a ellos. Balduino I necesitaba organizar el reino y no podía dedicar muchos recursos a la protección de los caminos, porque no contaba con efectivos suficientes para hacerlo. Esto, y el hecho de que Hugo de Payens fuese pariente del Conde de Champaña (y probablemente pariente lejano del mismo Balduino), llevó al rey a conceder a esos caballeros un lugar donde reposar y mantener sus equipos, otorgándoles derechos y privilegios, entre los que se contaba un alojamiento en su propio palacio, que no era sino la Mezquita de Al-Aqsa, que se encontraba a la sazón incluida en lo que en su día había sido el recinto del Templo de Salomón. Y cuando Balduino abandonó la mezquita y sus aledaños como palacio para fijar el trono en la Torre de David, todas las instalaciones pasaron, de hecho, a los Templarios, que de esta manera adquirieron no sólo su cuartel general, sino su nombre.

Además de ello, el Rey Balduino se ocupó de escribir cartas a los reyes y príncipes más importantes de Europa a fin de que prestaran su ayuda a la recién nacida orden, que había sido bien recibida no sólo por el poder temporal, sino también por el eclesiástico, ya que fue el Patriarca de Jerusalén la primera autoridad de la Iglesia que la aprobó canónicamente. Nueve años después de la creación de la misma en Jerusalén, en 1128 se reunió el llamado Concilio de Troyes que se encargaría de redactar la regla para la recién nacida Orden de los Pobres Caballeros de Cristo.
El concilio fue encabezado por el legado pontificio D'Albano y al mismo acudieron los obispos de Chartres, Reims, París, Sens, Soissons, Troyes, Orleans, Auxerre y demás casas eclesiásticas de Francia. Hubo también varios abades, como Etiene Harding, mentor de San Bernardo, el propio San Bernardo de Claraval, y laicos, como el Conde de Champaña y el Conde de Nevers. Hugo de Payens expuso ante la asamblea las necesidades de la orden, y se decidieron artículo por artículo hasta los más mínimos detalles de ésta, como podían ser desde los ayunos hasta la manera de llevar el peinado, pasando por rezos, oraciones e incluso armamento.
Por lo tanto, la regla más antigua de la que se tiene noticia es la redactada en ese concilio. Escrita casi seguramente en latín, estaba basada hasta cierto punto en los hábitos y usos previos al concilio; las modificaciones principales vinieron del hecho de que, hasta ese momento, los templarios estaban viviendo bajo la Regla de San Agustín y el concilio les cambió a la Regla Cisterciense (que no era más que la de San Benito modificada) y que era la que profesaba S. Bernardo.

La regla Primitiva constaba de un acta oficial del Concilio y un reglamento de 75 artículos, entre los que se encontraban algunos como:
Artículo X: Del comer carne en la semana. En la semana, si no es en el día de Pascua de Natividad, o Resurrección, o festividad de nuestra Señora, o de Todos los Santos, que caigan, basta comerla en tres veces, o días, porque la costumbre de comerla, se entiende es corrupción de los cuerpos. Si el Martes fuere de ayuno, el Miercoles se os dé con abundancia. En el Domingo, así a los Caballeros, como a los Capellanes, se les dé sin duda dos manjares, en honra de la santa Resurrección; los demás sirvientes se contenten con uno, y den gracias a Dios.
Una vez redactada fue entregada al Patriarca Latino de Jerusalén, Esteban de la Ferté, también llamado Esteban de Chartres, si bien algunos autores estiman que el redactor pudo ser más bien su predecesor, Garmond de Picquigny, que la modificó eliminando doce artículos e introduciendo veinticuatro nuevos, entre los cuales se encontraba la referencia a vestir sólo el manto blanco entre los caballeros y un manto negro para los sargentos.
Después de recibir la regla básica, cinco de los nueve integrantes de la Orden viajaron —encabezados por Hugo de Payens— por Francia primero y por el resto de Europa después, recogiendo donaciones y alistando caballeros en sus filas. Se dirigieron primeramente a los lugares de los que provenían, con la seguridad de su aceptación y asegurándose cuantiosas donaciones. En este periplo consiguieron reclutar en poco tiempo una cifra cercana a los trescientos caballeros, sin contar escuderos, hombres de armas o pajes.

Importante fue para la Orden la ayuda que en Europa les concedió el abad San Bernardo de Claraval que, debido a los parentescos y las cercanías con varios de los nueve primeros caballeros, se esforzó sobremanera en dar a conocer a la Orden gracias a sus altas influencias en Europa, sobre todo en la Corte Papal. San Bernardo era sobrino de André de Montbard, quinto Gran Maestre de la Orden, y primo por parte de madre de Hugo de Payens. Era también un creyente convencido y hombre de gran carácter, cuya sapiencia e independencia eran admiradas en muchas partes de Francia y en la propia Santa Sede. Reformador de la Regla Benedictina, sus discusiones con Pedro Abelardo, brillante maestro de la época, fueron muy conocidas.
Así pues, era de esperar que San Bernardo aconsejara a la Orden una regla rígida y que les hiciera aplicarse a ella en cuerpo y alma. Participó en su redacción en 1128 en el Concilio de Troyes introduciendo numerosas enmiendas en el texto básico que redactó el patriarca de Jerusalén, Etienne de la Ferté. Y ayudó posteriormente de nuevo a Hugo de Payens redactando una serie de cartas en las que defendía a la Orden del Templo como el verdadero ideal de la caballería e invitaba a las masas a unirse a ella.

Los privilegios de la Orden fueron confirmados por las bulas Omne datum optimum (1139), Milites Templi (1144) y Militia Dei (1145). En ellas, de manera resumida, se daba a los Caballeros Templarios una autonomía formal y real respecto a los Obispos, dejándolos sujetos tan sólo a la autoridad papal; se les excluía de la jurisdicción civil y eclesiástica; se les permitía tener sus propios capellanes y sacerdotes, pertenecientes a la Orden; se les permitía recaudar bienes y dinero de variadas formas (por ejemplo, tenían derecho de óbolo —esto es, las limosnas que se entregaban en todas las Iglesias— una vez al año). Además, estas bulas papales les daban derecho sobre las conquistas en Tierra Santa, y les concedía atribuciones para construir fortalezas e iglesias propias, lo que les dio gran independencia y poder.
En 1167, o según ciertos estudiosos, en 1187, se redactaron los Estatutos Jerárquicos, especie de reglamento que desarrollaba artículos de la Regla y que regulaba aspectos necesarios que no habían sido tenidos en cuenta por la Regla Primitiva (como la jerarquía de la Orden, detallada relación de la vestimenta, vida conventual, militar y religiosa, o deberes y privilegios de los hermanos templarios, por ejemplo). Consta de más de seiscientos artículos, divididos en secciones.
Durante su estancia inicial en Jerusalén se dedicaron únicamente a escoltar a los peregrinos que acudían a los santos lugares, y, ya que su escaso número (nueve) no permitía que realizaran actuaciones de mayor magnitud, se instalaron en el desfiladero de Athlit protegiendo los pasos cerca de Cesarea. Hay que tener en cuenta, de todas maneras, que sabemos que eran nueve caballeros, pero, siguiendo las costumbres de la época, no se conoce exactamente cuántas personas componían en verdad la Orden en principio, ya que los caballeros tenían todos ellos un séquito, menor o mayor. Se ha venido en considerar que, por cada caballero, habría que contar tres o cuatro personas, por lo que estaríamos hablando de unas treinta o cincuenta personas, entre caballeros, peones, escuderos, servidores, etc.

Sin embargo, su número aumentó de manera significativa al ser aprobada su regla y ese fue el inicio de la gran expansión de los pauvres chevaliers du temple (en francés: pobres caballeros del templo). Hacia 1170, unos cincuenta años después de su fundación, los Caballeros de la Orden del Templo se extendían ya por tierras de lo que hoy es Francia, Alemania, el Reino Unido, España y Portugal. Esta expansión territorial contribuyó al enorme incremento de su riqueza, que pronto no tuvo igual en todos los reinos de Europa.
Tuvieron una destacada actuación en la segunda cruzada, protegiendo al rey Luís VII de Francia en las derrotas que éste sufrió a manos de los turcos. Hasta tres grandes Maestres Templarios cayeron presos en combate en 30 años: Bertrand de Blanchefort (1157), Eudes de Saint-Amand y Gerard de Ridefort (1187).

El principio del fin:

Pero las derrotas ante Saladino les hicieron retroceder en Tierra Santa: así, en la batalla de los Cuernos de Hattin que tuvo lugar el 4 de julio de 1187 en Tierra Santa, al Oeste del Mar de Galilea, en el desfiladero conocido como Cuernos de Hattin (Qurun-hattun), el ejército cruzado, formado principalmente por contingentes templarios y hospitalarios a las órdenes de Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y Reinaldo de Châtillon, se enfrentó a las tropas del sultán de Egipto, Saladino. Este les infligió una tremenda derrota, en la que cayó prisionero el Gran Maestre de los templarios (Gérard de Ridefort) y perecieron muchos de sus caballeros, aparte de las bajas hospitalarias, Saladino tomó posesión de Jerusalén y terminó de un manotazo con el Reino que había fundado Godofredo de Bouillón. Sin embargo, la presión de la Tercera Cruzada y, sobre todo, el buen hacer de Ricardo I de Inglaterra (llamado Corazón de León) lograron de Saladino un acuerdo para convertir a Jerusalén en una especie de "ciudad libre" para el peregrinaje.
Después del desastre de Hattin, las cosas fueron de mal en peor, y en 1244 cayó definitivamente Jerusalén, recuperada dieciséis años antes por el Emperador Federico II por medio de pactos con el sultán al-Kamil, y los templarios se vieron obligados a mudar sus cuarteles generales a San Juan de Acre, junto con las otras dos grandes órdenes monástico-militares: los Hospitalarios y los Caballeros Teutónicos

Las posteriores cruzadas (esto es, la Cuarta, la Quinta y la Sexta), a las que evidentemente se alistaron los templarios, o no tuvieron un reflejo práctico en Tierra Santa o fueron episodios demenciales (como la toma de Bizancio en la Cuarta Cruzada).
En 1248, Luis IX de Francia (después conocido como San Luis) decide convocar la Séptima Cruzada, y la lidera, pero no conduciéndola a Tierra Santa, sino a Egipto. El error táctico del Rey y las pestes que sufrieron los ejércitos cruzados les llevaron a la derrota de Mansura y al desastre posterior, en el que el propio Luis IX cayó prisionero. Y fueron los templarios, tenidos en alta estima por sus enemigos, los que negociaron la paz y los que prestarían a Luis la fabulosa suma que componía el rescate que debía pagar por su persona.
En 1291 tuvo lugar la Caída de Acre, con los últimos templarios luchando junto a su Maestre, Guillaume de Beaujeu, lo que constituyó el fin de la presencia cruzada en Tierra Santa, pero no el fin de la Orden, que mudó su Cuartel General a Chipre, isla que antaño habían poseído tras comprarla a Ricardo Corazón de León, pero que hubieron de devolver al rey inglés ante la rebelión de los habitantes

Esta convivencia de Templarios y soberanos de Chipre (de la familia Lusignan) fue incómoda, hasta el punto que el Temple participó en la revuelta palaciega que destronó a Enrique II de Chipre para entronizar a su hermano Amalarico II, hecho que permitió la supervivencia del Temple en la isla hasta varios años después de su disolución en el resto de la cristiandad (1310)...............continuará.